Tal y como os comentamos al final de nuestra última publicación, hoy desde Clínica Veterinaria Ciudad de los Ángeles, tratamos el último punto de la comunicación canina con el fin de que la entendáis mejor: El lenguaje olfativo.
Al igual que el resto de formas que hemos visto, los estímulos olfativos tienen un papel fundamental en el control de la conducta. Dentro del cerebro está el bulbo olfatorio, encargado de recibir toda la información olfatoria que recogen las terminaciones nerviosas. Desde ahí se envían proyecciones a la amígdala que se encarga del reconocimiento individual, conducta agresiva, sexual, maternal y de alimentación.
Tienen una sensibilidad extraordinaria a los olores y, además, cuentan con un órgano olfatorio extra llamado órgano vomeronasal o de Jacobson; éste se encuentra situado en el septo nasal y su función es detectar las feromonas, además de llevar el mensaje a estructuras superiores del sistema nervioso central.
Las feromonas transmiten información y tienen una alta implicación en la conducta social y sexual de los perros. Los perros las emiten a través de la orina y las heces, pero también de diferentes glándulas sebáceas situadas en la región auricular, vaginal, prepucial, mamaria, labial, perianal y podal. Cada una tiene funciones comunicativas específicas, como por ejemplo, las de la zona mamaria transmiten tranquilidad y seguridad. En el caso de las que se eliminan de la zona de las orejas, boca o perianal, son de reconocimiento individual. Por su parte, en la orina se encuentran las que transmiten información sexual y social.
Y aunque nosotros no podemos participar en este lenguaje, es interesante comprender la importancia que tiene para que así tengan mejores experiencias y una buena convivencia.