Tal y como os dijimos al final de nuestra última publicación, hoy continuamos hablando de la comunicación canina centrándonos en el lenguaje vocal.
Cuando hablamos del lenguaje vocal canino, podemos distinguir entre: aullido, silbido, gemido, maullido, resoplido, jadeo, grito, gimoteo, gañido, gruñido y ladrido, siendo estos dos últimos los que tienen mayor impacto. ¿Por qué? Porque son los que nos hacen ponernos alerta de que algo ocurre, sobre todo el ladrido.
No obstante, en lo que se refiere al gruñido, puede darse en un contexto positivo además del negativo. Para diferenciarlo hay que observar el lenguaje corporal del perro. Si se producen cuando estamos jugando, veremos que el animal adopta una postura estática con la grupa hacia arriba y las patas delanteras apoyadas en el suelo. Por el contrario, si las señales de apaciguamiento que vimos en nuestro anterior post se dan junto a un gruñido, sabremos que el perro se ha puesto en situación de alerta. Veríamos aquí que algo no le gusta lo que ocurre, que está incómodo o que tiene miedo.
Los ladridos, por su parte, indicarán una cosa u otra en función del contexto en el que se produzcan. Si son agudos (tonos más altos), por lo general están asociados al juego o necesidad de volver a estar con su dueño (sería el caso de trastornos relacionados con la separación). Si los ladridos son más graves (tonos más bajos), están relacionados con la presencia de una amenaza.
Para completar la comprensión de la comunicación canina, en nuestra próxima publicación os hablaremos del lenguaje olfativo de los perros.