Como ya hemos hablado, por mucho avance tecnológico que haya, hay ciertas tareas que no son capaces de realizar las máquinas como nuestros amigos caninos. Ya hablamos en este post de lo eficaces que son detectando explosivos, gracias a su poderoso olfato. En esta ocasión queremos tratar otra cualidad que adquieren gracias al gran desarrollo de este sentido: la detección de droga.
Hay una leyenda urbana que dice que los perros detectores de drogas deben ser adictos a estas sustancias para que su ‘mono’ haga que las encuentren con mayor facilidad. ¡Mentira! Los efectos de las drogas en los perros son realmente devastadores. Un can que consumiera, por ejemplo, cocaína en mínimas dosis presentaría trastornos en los núcleos de la corteza cerebral y, dado que en esa zona posee las neuronas de alta sensibilidad conectadas directamente con el cerebro, perdería su capacidad olfativa.
Para lograr que los perros detectores de drogas sean excelentes en su profesión, se les presenta la tarea como un juego asociado con olores. De esta forma, se hace que el perro busque un olor determinado (el de una droga en concreto) que previamente asocia con un juguete o un premio en comida.
Hay drogas que son inofensivas para los perros, como el cannabis, pues éste debe ser fumado para que produzca efectos tóxicos. Sin embargo, con otras drogas, como la cocaína o la heroína, es importante que el perro no tenga contacto directo ni por vía oral ni por nasal.
Las estadísticas dicen que suelen pasar las pruebas uno de cada cuarenta perros. Además, hay razas predilectas para este empleo: labrador, braco o pastor alemán.
Fuente: Jr Batalle.