Es común escuchar que los gatos odian el agua, y aunque no todos los felinos reaccionan de la misma manera, la mayoría prefiere mantenerse lejos de ella. Esta aversión tiene varias explicaciones, tanto biológicas como comportamentales. Hoy, desde Clínica Veterinaria Ciudad de los Ángeles, os hablamos de ello.
En primer lugar, los gatos tienen un pelaje que, al mojarse, tarda en secarse. Esto puede resultar incómodo para ellos, ya que el pelaje mojado afecta su capacidad de regular la temperatura corporal. A diferencia de los perros, los gatos no tienen una capa impermeable de grasa en su pelaje, lo que les dificulta lidiar con el agua fría.
Además, los gatos son animales extremadamente limpios y pasan gran parte del día acicalándose. Al mojarse, pierden el control sobre el estado de su pelaje, lo que les genera estrés. Un gato mojado se siente vulnerable y expuesto, lo cual va en contra de su instinto de supervivencia.
Por otro lado, los gatos domesticados provienen de áreas desérticas, donde el contacto con grandes masas de agua no era común. Este historial evolutivo podría explicar por qué no han desarrollado una afinidad natural por el agua, a diferencia de otras especies.
Finalmente, la textura y sensación del agua en su cuerpo puede resultarles desagradable, y los ruidos fuertes asociados al agua, como el de una ducha o un grifo, también pueden asustarlos.
Aunque hay excepciones, como gatos que disfrutan jugando con el agua, la mayoría prefiere mantenerse seca y limpia.